11 ene 2010

Elda siempre tejía




Por Ricardo Gutman
Este texto tendría que terminar diciendo que Elda Alma Cremona falleció el día x a las xx.xx horas a la edad de xx años. Pero llegado el caso no importa saber que ya no está. ¿Por qué destacar la muerte de una persona si lo importante fue su vida? Lo importante fue que vivió, que estuvo, que estuvo acá  y que no pasó desapercibida. Que hizo lo posible y lo imposible para conseguir sus sueños. Y que se animó a vivirlos a pesar de los riesgos.

Yo la vi una sola vez, en un homenaje que le hacía el Partido Justicialista por haber sido la primera afiliada peronista. Como usualmente me pasa, yo conocía de nombre a la Srta. Elda Alma Cremona, la sabía motor del Hogar de Ancianos Alma y que había sido profesora de Dibujo en el Nacional, pero nada más. Lo poco que sé de ella me llegó del testimonio directo de Nelva Sosa y de la obra de Alberto Rodríguez Vidi, Alma de Luchadora (2002), una excelente recopilación de su vida que bien merece una reedición y que llegó a mis manos por intermedio de la mismísima Nelva Sosa.
Para no faltar a la verdad, para empezar, debo decir que Elda Alma Cremona nació el 24 de febrero de 1922 en Rafaela en una familia de inmigrantes italianos oriundos de Rivarola, provincia de Mantua, que escapaban de la guerra y que era la menor de tres hermanas. Y así y todo quizás no diga mucho. Quizás no sirva. Quizás no alcance. A lo mejor las cosas se llenen un poco si digo que hasta el 15 de octubre de 1945 vivió en Rafaela, hizo sus estudios primarios e ingresó a la academia de Dibujo y Pintura incorporada al Liceo de Bellas Artes de Rosario de la cual se recibió con el título de Profesoras de Artes Plásticas. Quizás ahí esto que quiere ser una semblanza tome su rumbo, ya que esa circunstancia trajo a Elda para estos lares.
Llegó un 15 de octubre de 1945 y aquí, en San Cristóbal, comenzó su carrera docente en el Colegio Incorporado Yapeyú, que luego sería el Colegio Nacional N° 40 Mariano Moreno, dictando clases de Dibujo e Historia del Arte. Docente, artista plástica, escritora, periodista, militante política, gestora cultural, peronista de alma, trabajadora social, funcionaria política ad honorem, Elda Cremona fue una mujer activa, una activista podríamos decir. Pero además, y sobre todo, fue un ejemplo.
La historia de Elda Cremona impresiona no sólo por la singularidad propia de su personalidad, de su fuerza y de su empuje sino también por esa capacidad de proyectar socialmente, hacia el conjunto, inquietudes propias, individuales, motorizarlas y concretarlas. Cuarenta y cinco años de de docencia activa con tres cargos diferentes en el mismo establecimiento fueron el germen donde Elda encontró en sus alumnos y ex alumnos esos grupos de trabajo que ella conseguía  amalgamar con admirable cohesión.
“Siempre trabajaba con sus ex alumnos” decía Nelva Sosa, ex alumna y amiga. Todo giraba bajo su órbita, era ella quien coordinaba las actividades, siempre pensadas para el bien social. Como sus libros. Elda editó seis libros,  todos publicados en la vieja imprenta Atenas: Mensaje de abril (1970), Prosa de un otoño (1972), Caravana de sueños (1973), Tiempo de estrellas y hastío (1975), Teatro pequeño – para niños- (1985) y  Este largo camino (1986) fueron sus obras, todas financiadas por ella misma. La ausencia de mezquindad se ve reflejada en el destino de estos emprendimientos editoriales: “quizás no se sepa pero ella destinaba la recaudación a instituciones de la ciudad” recordaba Nelva.
Mujer activa y amante de la belleza, era sumamente sensible aunque por fuera no lo demostrase. Su casa era el punto de reunión obligado para todos aquellos amantes de la cultura que querían disfrutar de charlas sobre distintos temas. Siempre se hacía una fiesta, un encuentro, donde Elda cocinaba para todos (“la cocina era una actividad que le gustaba” rememoraba Nelva) y en su mismo hogar fundó el Museo 15 de octubre en 1976, donde hasta hoy se encuentran óleos y acuarelas de Elda y sus alumnos, además de guardar recuerdos de artistas reconocidos como Quinquela Martín, Francisco Ramoneda, Horacio Guaraní y Rubén Durán entre otros. Hoy esa casa es propiedad de los sancristobalenses ya que Elda dejó establecido en su testamento que quedaba en posesión de la Municipalidad para el uso público.
Colaboró para el Diario La Opinión, desempeño tareas ad-hoc en la secretaría de Cultura de la Municipalidad de San Cristóbal, fue Presidenta de la Biblioteca Popular San Martín, transformándola en un espacio de debate cultural, sus letras fueron llevadas por el país de la mano del pianista Rubén Duran, su amor por las cosas bellas la llevó a recorrer el país y el extranjero y su curiosidad incursionaba en cuanto cursillo se presentase, desde parapsicología a taxidermia.
Pero quizás la obra más importante en una vida plagada de dinamismo sea la concreción del Hogar de Ancianos Alma, otra expresión cabal de la personalidad de Elda. Cómo ya se ha dicho, Elda tenía la capacidad proyectar en el conjunto las necesidades personales y el hogar de ancianos es la muestra más cabal de esta “pobre e indefensa mujer”, como ella se solía definir, que nunca paró de generar y movilizar y el hogar es una muestra más de esa preocupación que Elda tenía sobre sí, basada en su realidad y en su historia. Elda se preocupaba mucho por su vejez, que intuía que no iba a tener a nadie que la cuidase y pensaba que a su vez había muchos en su situación entonces decidió, una noche que juntó a su grupo de amigos y ex alumnos, comunicarle la idea a los demás. Ya había plantado la semilla.
Y es así que algo que nació en 1980 en 1987 ya estaba instalado en un edificio que anteriormente perteneció a Rentas de la provincia, luego de innumerables beneficios y muchísima colaboración local, que quizás en un primer momento desconfió pero que luego apoyó al ver la seriedad del proyecto, el mismo lugar donde ella pasó los últimos años por propia decisión.
La pregunta es, cuanto menos, inevitable. Hasta da vergüenza hacerla pero es absolutamente necesario: ¿cómo hizo esta mujer para hacer todo lo que hizo? Tres cargos docentes en el mismo establecimiento no dejan mucho tiempo libre, la misma actividad docente es agotadora. Y después pintar. Y escribir. Y generar. La respuesta, creo, viene por otro lado.
“Ella siempre decía que tenía las manos vacías pero yo creo que tenía las manos llenas de bien” me decía Nelva mientras veíamos las fotos y los reconocimientos que, gracias al destino, se le hicieron en vida. Elda Cremona se sentía vacía, seca. ¿Por qué una mujer así sentía eso? “Ella siempre añoró el amor, tuvo el amor, el amor con mayúscula y no llegó a nada y quedó sin hijos, soltera, con un amor de toda la vida, un hombre muy bueno que la quería mucho al que le dedicó poemas pero que no pudo ser … ella decía que su vida era seca”.
Parece mentira. Tranquilamente uno puede considerar que si algo no era la vida de Elda Cremona era precisamente una vida seca. Pero esos dolores siempre están y nunca cicatrizan. Al fin y al cabo todo es amor, un amor que no fue, cosas que no se cumplieron pero quizás esa misma angustia y soledad tuvieron que salir por otro lado y dejaron un legado que mucha gente quiere continuar. Hoy Elda ya no está, se fue de viaje. O quizás no se fue y anda por ahí con su paraguas, su cartera y sus agujas de tejer por encima del cierre de la cartera. Porque Elda siempre tejía. Como Penélope, pero al revés.