23 nov 2010

Vamos los pibes

Ricardo Gutman

Si yo hubiese imaginado lo que se venía hubiera asegurado que era uno de mis sueños más locos. Por decirlo de alguna manera casi formal, mis sueños siempre me han traicionado. Para ser lo más verosímil posible, mis sueños siempre son más grandes que lo que verdaderamente pasa. Aprendí con el correr de los años a desconfiar un poco de mis sueños, siempre que imaginaba algo ese algo, pobre, no llegaba a la altura de lo que había imaginado. Y terminaba frustrándome. Alguien me dijo una vez que mi problema era que tenía sueños grandes. Frase jodida si las hay. Tenés que tener sueños más chicos, más comunes, menos ambiciosos, era lo que decía la frase. Era como esa palmada que te dan los mayores en la espalda cuando te dicen “tenés razón, pibe”. Una mojada de oreja. Generalmente aquellos que enarbolan esas frases son los que te dicen como vivir tu vida, los que tienen la posta, la verdad de la milanesa. Son tipos que te inducen a ser mediocre. Son tipos que, en definitiva, te van obligando a no soñar si es posible. En lo que a este escriba respecta, son tipos tristes. Esos son los verdaderos giles. Y el mundo está lleno de giles. Es lo que sobra. Y nadie te puede decir como vivir tu vida. Juira perro.

16 nov 2010

Peko´s


Ricardo Gutman

15 nov 2010

De un tiempo a esta parte


Ricardo Gutman
No sé, lo siento en el aire. No me quiero ir de mambo pero lo siento, lo presiento. Algo está pasando, no sólo en el país, sino acá, en el pago chico. Desde hace tiempo. Fue duro en un momento. Recuerdo, no hace mucho, esos tiempos en los que discutía con viento en contra, difíciles días de la 125, cuando no podías decir nada sin que nadie te atacase. Estaban envalentonados. Lo digo porque lo sufrí en carne propia. Días en los que ibas a la carnicería y cualquier caído del catre, que no había hecho mucho más en su vida que lo que uno ha hecho de la suya, que no le ganó a nadie ni el tiró el chico a la mierda a nadie, empezaba a los gritos a decir que esa yegua tenía que irse. La yegua era la Presidenta. Esa persona, como muchos otros de su misma estatura, gritaban en cualquier lugar, frente a incluso a quien no le interesase el tema, su perorata destituyente. Y nadie le decía nada. Nadie, ni siquiera los que apoyaban al gobierno. Y yo me preguntaba quien carajos era ese tipo para pedir la renuncia o la destitución de una autoridad elegida por la mayoría.

14 nov 2010

Soñar no cuesta nada


Ricardo Gutman

Hace tiempo que me debía este post. No por ustedes, lectores, sino por mí; es decir, si ustedes leen estas líneas sepan que más que estar dirigidas a ustedes están dirigidas a mí; me escribo para mí, más que nada por esa necesidad de tratar de ordenar esas cosas que durante toda la vida me han dado vueltas en la cabeza y que la escritura permite (aunque a veces no lo logra) hacerlo. No hay por qué negarlo, soy un chico progresista y por eso escribo. Es lo que mejor me sale, así y todo.  Qué se le va hacer, es lo que hay y lo que puedo hacer.
Soy un chico progresista, repito, y al repetirlo vuelvo a reincidir en esa  costumbre maldita de cuestionarme todo. Si me convenciese fehacientemente de lo que pienso me iría mejor, al menos un poco, pero siempre tengo que complicarme la vida. En resumidas cuentas me pregunto por qué soy progresista, por qué me considero progresista. Es que está tan de moda la palabra y a mí las modas me asustan, tienen algo de uniformes que me repelen. Y porque a la larga se repiten, con distintas variaciones, pero se repiten. Y algunas decididamente son horribles.

8 nov 2010

Al basurero

Ricardo Gutman



Hoy ha muerto Emilio Massera, una verdadera lacra humana. No te extrañaremos. Ni olvido ni perdón.

Lacadé lacadé lacadeeeeee...

Ricardo Gutman

Esta es la única academia que tiene onda, la otra está para atrás mal.
Mirá lo importante que será que recién ayer me enteré, ya entrada la noche, más pasando a lunes que domingo, en una nota del diario UNO del domingo que la RAE salió con sus periódicas pelotudeces. Ya algo había escrito días antes el amigo Al Márquez en su blog NavegArte pero para ser sincero no le presté atención. Leí el artículo derecho, sin hacer caso de los links, grueso error de homo sapiens 2.0. Pero para mala sangre leí con atención lo publicado en el matutino de Santa Fe y, una vez más, haciendo gala del anacronismo y la brutalidad cultural que ya forman parte de su currículum, la RAE volvió a descarrilar.
Pocas instituciones más insignificantes en la vida de los hispanoparlantes existen como la RAE pero cada vez que sale con sus proscripciones lingüísticas y gramaticales dan ganas de bombardearla. Una vez más la RAE ha vuelto en su intento de querer uniformizar una de las cosas más dinámicas que tiene el hombre, el leguaje, y encima el español, lengua que todavía está históricamente hablando en tiempos de evolución y lejos está como otros idiomas de tener una forma establecida, acabada. Básicamente el español que hablamos es una lengua mutante, viva, nosotros, los hablantes, la vamos reformando todos los días y contrariando esa dinámica está la RAE con su sarta de estupideces regulares y crónicas y uno se pregunta para qué carajos sirve la RAE.

Como nos traicionó la vida Negro



Ricardo Gutman 
La vida avanza. La vida avanza y poco a poco te muestra las cartas. Puta madre. Tres tipos en una mesa de un bar gritando a más no poder, solos en la madrugada. Otra madrugada más. Otra madrugada igual, o casi igual.  “Como nos traicionó la vida” pregona el Tano a eso de las cinco de la mañana. Los envases se acumulan en la mesa redonda, incómoda, y cada vez hay menos espacio. Nunca la pegaron estos tipos con los muebles. Ya no es posible ser como antes. Ya no da el cuero. Si para ser Bukowski habría que llevar una vida acorde voy muerto antes de jugar. No nacimos para rockstar. Gardel hay uno solo muchachos. Uno solo. El resto es perrada. El camino del exceso es sólo para los elegidos. Y acá estamos, el Negro, el Tano y yo, a las cinco de la mañana, haciendo como que no importa, acumulando envases que en cualquier momento se van a caer, sabiendo lo que espera una vez que nos vayamos de acá, intentando dormir o algo parecido, yéndote un rato.  Y recién es martes. Y a ésta hora está todo cerrado. La mesa baila entre el desnivel del piso, cubierto de colillas de cigarrillo. Estamo frito angelito. A esta altura ya no es triste. Es patético. Hace rato que tendría que estar durmiendo, mañana está el trabajo que pedí durante tanto tiempo y que ya no aguanto. Me he vuelto predecible, tan predecible que ya podría afirmar a que hora me atacará la tos de la mañana. Pero acá estamos, a las cinco de la mañana, riéndonos para no llorar, sabiendo que todos fuimos un deseo, una posibilidad, otra cosa, pero riéndonos al fin. Y creo que por ahí se nos cuela la rebeldía que nos queda. El Tano parece haber encontrado un axioma y lo repite tanto, hasta el cansancio, que la verdad revelada ya no es más que un tic, ya no es más que otra frase articulada por tres borrachos contagiados en el filo de la madrugada de algo más grande que no entienden y que se pierde en el aire. Mañana la olvidaremos o quizás la recordemos y nos dará vergüenza saber que hemos llegado al quid de la cuestión por casualidad, por error, porque la cosa pasa por otro lado. Pero ahora la gritamos a voz de cuello porque en el bar no hay más nadie que nosotros. Estamos jugados. Y a los gritos el Tano va a buscar otra cerveza al freezer. “Como nos traicionó la vida Negro, como nos traicionó la vida” grita el Tano mientras yo no digo nada, como siempre, sin nada interesante que decir. El Negro se ríe. El gas se escapa de la botella. Afuera no pasa nadie. No esperamos que nadie llegue. Y un silencio inesperado se sienta entre nosotros. “Sin espuma para mí” le digo al Tano rompiendo la quietud, recostado en el espaldar de la silla, fumando el cigarrillo número cien de la noche que empezó temprano, allá por las nueve. El Negro le dice al Tano que cambie la música, que ponga algo más movido. Yo ya estoy enteramente entregado. Ellos se irán a dormir en un rato y controlarán sus vidas, sus horas, sus responsabilidades. Yo he llegado a la casilla en la que las responsabilidades lo controlan a uno. Yo ya no voy a dormir porque sé que no me levanto. Las horas se me han ido. El Tano sabe lo que dice cuando dice que la vida nos traicionó. Nos hace un favor a todos porque sabe que no es así. Creo que lo dice a propósito, como mantrándola. Pero igual la gritamos una vez más, total que más da, nada va a cambiar en estas horas que nos quedan hasta que salga el sol. Podríamos haber sido lo que quisiéramos pero somos lo que somos y los tres sabemos por qué. La noche nos hace precio. Un perro pasa por la vereda y se nos queda mirándonos por los ventanales. Los tres nos reímos y el perro se echa al lado del ventanal que eligió para mirarnos, se da vuelta y queda como vigilando la vereda. “Tenemos seguridad” digo yo. El Tano sale a la vereda y le dice al perro que pase. El perro ni se mosquea. “Éste está más acompañado que nosotros” dice el Tano desde la puerta mientras se lleva el filtro del cigarrillo a la boca. El perro tiene mirada de perro, esa mirada que tienen los perros como pidiendo algo, esa mirada que tienen los pibes y las personas tristes y los borrachos crónicos que se pueden ver acodados en las barras de los bolichones. Pero este perro no suplica y en cierta medida tiene más dignidad que nosotros a esta altura de la noche que se va de a poco. Afuera está fresco dice el Tano pero nadie hace el más mínimo esfuerzo por salir del calor de adentro. El Tano nos increpa desde fuera y el viento le hace flamear la remera. Está más flaco de lo que parece. Salimos. Dos viajes para llevar el envase y tres vasos. Nos sentamos en el ventanal, al lado del perro, con cuidado de no romper el vidrio ya roto mil veces. Un móvil de la policía pasa por la calle y nos miran desde adentro. El viento está hermoso y nos despabila la cabeza y los pulmones. El sol empezó a despuntar a nuestras espaldas pero hemos jurado no movernos hasta que el perro se levante.

7 nov 2010

Más de Mónica y Gabriela

Ricardo Gutman

Ahora los cuentos son de ellas. Espero que disfruten esta nueva entrega. Nos vemos.









En breve las transcribiré y podrán disfrutar lo mismo pero desde otro lugar. Hasta la próxima.

3 nov 2010

Más cuentos

Ricardo Gutman

Hacía bastante que no subía ninguna cosa linda como estas. En esta ocasión le toca a Moni Díaz y Gabi Meneghini, que leyeron dos cuentos hermosos de Cortázar y Moyano.




2 nov 2010

Yo lloré por otras cosas



Ricardo Gutman
@rickygutman

Usualmente la gente cree que ante una muerte se deben tomar las clásicas conductas de condolencias y usualmente la gente se te acerca, te pone la mano en el hombro o te abraza y te dice las mismas palabras de siempre: “te acompaño en el sentimiento”, “que terrible pérdida” o la clásica pregunta “¿Cómo fue?”. Siempre pensé en la inutilidad de estas cosas porque básicamente no producen nada sino que acentúan el sufrimiento y porque simplemente uno no puede ponerse en el lugar del otro. Es inútil que te digan que te acompañan en el sentimiento porque no pueden sentir lo que estás sintiendo y menos en ese momento. Después están los otros que dicen que no es justo, que por qué se tenía que morir justo ahora. La gente se muere, está comprobado científicamente, y nadie la tiene comprada. Puede ser dolorosa, repentina, inesperada, si, no te lo niego, pero nadie la tiene comprada. Así y todo se agradecen esos gestos porque siempre es mejor que nada. Al menos es un poco.