Por Ricardo Gutman
Pero mirá que me esfuerzo, por más que mi naturaleza me llame a hacer lo contrario, trato y trato y trato y cada vez me cuesta más. Crecer implica hacerse cargo, entender que las cosas que nos pasan no porque una mano negra, el azar o el destino maldito se confabulan en que las cosas sean diferentes a lo planificado, a lo esperado, a lo deseado. Crecer, a mi humilde entender, es aprender que las cosas pasan por obra y omisión nuestra, nadie tiene la culpa más que yo de lo que me pasa. Por eso crecer es difícil y doloroso, es asumirse culpable y casi nadie quiere reconocerlo.
Lo aprendí, lo asimilé y me hizo mal. Pero lo entendí. Y hoy quizás he llevado esa actitud hasta el extremo de pensar que no son los demás, que soy yo el que no logra adaptarse. Que algo debe pasar en mí que no entiende como viene la cosa. Debo ser yo, no los demás, el que está loco, el que no encaja, el que ve otra cosa. Y eso me hace pensar que cada vez estoy más solo. Quizás peque de exagerado al decirlo, quizás no sea el único, estoy seguro de que no, pero si hay otro al que le pasa lo mismo lo más probable es que, al igual que quien suscribe, tienda a aislarse. Por inercia, por cansancio, por hartazgo, por recurrente. Es que es la misma situación siempre, en todo lugar. Y ya pudre. Y yo ya no me callo. Y así me va.