Ricardo Gutman
Si yo hubiese imaginado lo que se venía hubiera asegurado que era uno de mis sueños más locos. Por decirlo de alguna manera casi formal, mis sueños siempre me han traicionado. Para ser lo más verosímil posible, mis sueños siempre son más grandes que lo que verdaderamente pasa. Aprendí con el correr de los años a desconfiar un poco de mis sueños, siempre que imaginaba algo ese algo, pobre, no llegaba a la altura de lo que había imaginado. Y terminaba frustrándome. Alguien me dijo una vez que mi problema era que tenía sueños grandes. Frase jodida si las hay. Tenés que tener sueños más chicos, más comunes, menos ambiciosos, era lo que decía la frase. Era como esa palmada que te dan los mayores en la espalda cuando te dicen “tenés razón, pibe”. Una mojada de oreja. Generalmente aquellos que enarbolan esas frases son los que te dicen como vivir tu vida, los que tienen la posta, la verdad de la milanesa. Son tipos que te inducen a ser mediocre. Son tipos que, en definitiva, te van obligando a no soñar si es posible. En lo que a este escriba respecta, son tipos tristes. Esos son los verdaderos giles. Y el mundo está lleno de giles. Es lo que sobra. Y nadie te puede decir como vivir tu vida. Juira perro.
Tenés que tener sueños más chicos. Repito la frase y cada vez parece más violenta. Podía haberle hecho caso pero no fue así. Entendí, luego de un tiempo, que soñar así era parte de mí, que me conformaba, que me describía, pero que para cumplir los sueños tenía que correr riesgos y aprender que los sueños grandes no se hacen de la noche a la mañana, que llevan tiempo y que los sueños se construyen. Que eso no se negocia. Y que nadie te dice como hacerlos realidad.
Los pibes están viniendo, día a día, de a poquito, pero sin pausa. Cada día que pasa son más y más gente se suma. Durante mucho tiempo yo también me comí el cuento ese de que a los pendejos no les importa nada. Cada día que pasa tengo que tragarme mis palabras. Desde hace unas semanas estamos conformando la juventud kirchnerista de San Cristóbal, “La gloriosa JK” como la bautizaron los chicos en un acto que de solemne no tuvo nada pero si de fundacional. Ellos se dieron el nombre, ellos se denominaron así. Y saben donde están parados. Saben que están ahí para adquirir las herramientas que necesitan, no piden permiso y te llevan por delante. Y está bien que así sea porque los pibes intuyen que hay otra cosa, que la realidad es más complicada, y ya están cansados de que se la cuenten. La quieren contar y compartirla. Y agarrate Catalina porque se están buscando, se traen, se juntan y te obligan.
Saben que no será fácil pero eso no los amedrenta y para un tipo como uno que todavía sigue siendo “joven” aunque ya está bastante crecidito y que tiene más de una desilusión arriba eso es hermoso. Piden pista. Ya obligaron a abrir el local partidario todos los días. Ayer lunes feriado nos reunimos. Y contagian a los grandes, que dicho sea de paso no ocultan las babas. Muchos de ellos se acercaron después de la muerte de Néstor, conmovidos por la cantidad de pibes que fueron a despedir al tipo que les devolvió las ganas de hacer política. En esos días un relato de la realidad se cayó y ellos lo vieron. Algo picó adentro y han decidido conformar un grupo político para crecer y formarse. Para ser parte de un proyecto y de un sueño personal, el de ellos, y el colectivo, el de todos.
A veces pienso que estoy soñando. Tengo plenarios de lunes a jueves. Ya ni tiempo tengo para escribir. Sé que esto me va a cambiar los tiempos y los días. Ahora discuto política todos los días, busco documentos, me rompo la cabeza pensando estrategias para que la formación política sea más eficaz e integradora, hablo con la gente, convoco sin miedos y convencido. Ya me cambió a mí, que venía tan cabizbajo. Me imagino lo que se viene este verano que será movidito y de allí en más. Me voy a tener que comprar una agenda, yo, que las pierdo siempre. Y organizarme los días para hacer todo lo que tengo que hacer.