15 nov 2010

De un tiempo a esta parte


Ricardo Gutman
No sé, lo siento en el aire. No me quiero ir de mambo pero lo siento, lo presiento. Algo está pasando, no sólo en el país, sino acá, en el pago chico. Desde hace tiempo. Fue duro en un momento. Recuerdo, no hace mucho, esos tiempos en los que discutía con viento en contra, difíciles días de la 125, cuando no podías decir nada sin que nadie te atacase. Estaban envalentonados. Lo digo porque lo sufrí en carne propia. Días en los que ibas a la carnicería y cualquier caído del catre, que no había hecho mucho más en su vida que lo que uno ha hecho de la suya, que no le ganó a nadie ni el tiró el chico a la mierda a nadie, empezaba a los gritos a decir que esa yegua tenía que irse. La yegua era la Presidenta. Esa persona, como muchos otros de su misma estatura, gritaban en cualquier lugar, frente a incluso a quien no le interesase el tema, su perorata destituyente. Y nadie le decía nada. Nadie, ni siquiera los que apoyaban al gobierno. Y yo me preguntaba quien carajos era ese tipo para pedir la renuncia o la destitución de una autoridad elegida por la mayoría.

Mientras tanto aquellos que no pensaban igual no decían nada porque cada vez que abrías la boca saltaban todos a la yugular. Existe un proverbio que dice que nunca discutas con un idiota porque la gente puede no notar la diferencia. No siempre lo respeté y en esos días menos que menos hasta que me cansé. Con algunos tuve intercambios buenos, con otros sinceramente perdí el tiempo. También me comí algunas apretadas. Soy como soy, que se le va a hacer. Por esos tiempos empecé a ver, en concreto digamos y grosso modo, la definición de hegemonía que postula Gramsci. Siempre pude entender que si algo afecta tus beneficios grites y patalees, es lo normal, lo que nunca entendí fue que el oprimido defienda al opresor. Es más bien una resistencia de clase, la necesidad de pertenecer a un grupo al que no puedo acceder pero en el que me gustaría estar. Como no puedo estar en ese grupo por mérito, en este caso, dinero, entonces lo planteo desde lo discursivo. Algo así como conformarse, hacer cosas con palabras es que le dicen. El Negro Caula me lo planteó bien: que el lobo se quiera comer a las ovejas es lo lógico, es natural, pero que las ovejas quieran que el lobo se las coma sólo demuestra que son ovejas. No sé de quien es la frase pero es genial. Lo cierto es que no sólo encuentro cada vez más ovejas sino que cada vez encuentro más ovejas que no se reconocen como ovejas. Eso es lo loco.
De un tiempo a esta parte varias cosas han cambiado. Lo sentí en el bar, cuando un día me doy cuenta que no discutía estas cosas solo sino que en vez de yo contra el mundo ya éramos cuatro contra cinco. Después vino la Ley de Servicios Audiovisuales y el Matrimonio igualitario y ya el número era parejo. Hoy por hoy ya no me prepean como antes, con esa suficiencia descarada del número y esa soberbia de tener la posta, hoy ya se discute de otra manera. Hoy se discute, aunque todavía falta mucho, y conservo buenas opiniones de aquellos que no piensan como yo pero que se prestan a atender la posición del otro a diferencia de aquellos que todavía atacan por atacar. A los primeros los respeto, a los segundos ni los escucho. Debe ser que ya no estoy tan solo y ya mucha gente se cansó de escuchar siempre la misma cantinela.
Tampoco es para hacer de esto algo de otro mundo, está naciendo, está creciendo y lo que necesita es solidificarse, organizarse y nutrirse de herramientas teóricas y prácticas. Y entender que la política es maravillosa y que es necesario que los mejores, esas personas que uno admira, entren en ella porque si no los lugares siempre serán ocupados por los mediocres. Y no sólo aquellos a los que uno admira, si no aquellos que cada día quieren mejorarse, para adentro, y crecer. Esas son las personas que debería tomar la política.
Y es tiempo de que entren los soñadores. Me lo marcó el Tano, que a su vez se lo marcó Negro, mientras volvían de Santa Fe de una interna gremial de APYME: se terminó el tiempo de los tipos correctos, bien vestidos, de hablar preciso, eficientistas, asépticos; llegó el tiempo de los soñadores, de los desgarbados, de los tipos reales, de los políticamente incorrectos, un tiempo en que toda aquella persona que tenga un sueño y pueda darlo a conocer y contagiar tiene un capital político, toda aquella persona que pueda contagiar a la otra de la posibilidad de un futuro mejor tiene la potencia suficiente para lograr lo que quiera en política. Y todo por una muerte que lo único que hizo fue desatar algo latente.
Corren otros tiempos, pasan otras cosas, para aquellos que conocimos el gris de los 90 en una ciudad como ésta algo está pasando, algo está cambiando. Hay que atreverse a soñar y compartir los sueños. Lentamente va surgiendo, con paso tranquilo, sin levantar la perdiz si se quiere. Todavía le falta animarse pero lo está haciendo Y no crean que eso es poco.