Ricardo Gutman
La verdad, no me gustan los actos. Pero existen. Y hay que ir. Y cubrirlos. De hecho fui, estuve toda la mañana cubriendo el Bicentenario en San Cristóbal e hice la crónica de rigor. No echo la culpa a los demás, es toda mía. Es que me pongo muy fastidioso. Es todo muy armado, no solo en los discursos. Y nunca salen como se planea. Pero me quedó algo adentro zumbando después que envié el mail a la gabi con la crónica para la página. Me quedé como incompleto, podríamos decir. Y me dieron ganas de escribir.
Mi madre no movió el tele en todo el fin de semana de canal 7 y Chiquito empezó a avisar que lo poco que se hacía para “celebrar” el Bicentenario en la ciudad se postergaba por las condiciones climáticas. La bronca me empezó a subir a medida que avanzaba la tarde y se posaba la noche. En realidad había empezado mucho antes, desde que conocí el programa del bicentenario.
Me pareció poco. Y encima ahora Chiquito avisaba que se suspendían las actividades mientras la tele no dejaba de pasar la fiesta de la 9 de Julio. Me dije, me prometí, y espero cumplir, que para el 2016 voy a estar ahí. Hubiera estado bueno un encuentro coral, de esos que se hacían cuando yo era chico enla Casa de Cultura. Hubiera estado mejor que reabriesen la Casa de la Cultura con un encuentro de Coros un día, con El Riel presentando nuevamente (y con éxito seguro) El Viaje al otro día. No sé. Cosas que se me ocurrían en esos momentos de aburrimiento frente a la compu. Luego me di cuenta de que no teníamos coro. Ni hablar de Casa de Cultura. Un Te Deum, un acto oficial y un desfile. Y a la noche la inauguración del Cacho.
Me pareció poco. Y encima ahora Chiquito avisaba que se suspendían las actividades mientras la tele no dejaba de pasar la fiesta de la 9 de Julio. Me dije, me prometí, y espero cumplir, que para el 2016 voy a estar ahí. Hubiera estado bueno un encuentro coral, de esos que se hacían cuando yo era chico en
Salí de casa a las 9.15 del 25 de mayo de 2010 rumbo a la plaza Rivadavia para instalarme en las inmediaciones. No hacía frío pero estaba fresco y me abrigué. Las banderas en los frentes de las casa me pusieron de buen humor. Llegué a la plaza a eso de las 9.30 y el Te Deum seguía. Como lo vi al Aldo filmando entré a la Iglesia en plena ceremonia, justo antes de que empezase la oración del Te Deum. Al igual que el 95 por ciento de la gente presente en la parroquia no conocía ni una palabra de la oración y para no hacer karaoke con los papelitos distribuidos entre los bancos con los himnos me persigné y salí del templo. No fui el único.
Afuera los policías cercando la plaza y el sol empezaba a asomarse. Para variar prendí un pucho. Las primeras delegaciones de las escuelas deambulaban por los pasillos de la plaza sin saber donde ubicarse. La gente salió de la parroquia derecho para la escuela Rivadavia y el Aldo me hizo notar lo lindo del arreglo en la entrada. Los guardapolvos ya dominaban la plaza entonces se largó el chocolate y los bollitos. Sin chocolate caliente y bollitos no hay 25 de mayo, ya se sabe. La ceremonia no pintaba empezar a la brevedad, acto seguido fuimos al SUM de la escuela para ver que ocurría en el cabildo. Gente. Maestras, maestros, políticos, funcionarios y oficiales se saludaban frenéticamente mientras los pibes de tercer grado hacían fila afuera en plenos preparativos de la chacarera que brindaron a los presentes. “Todavía no tienen esa vergüenza de los actos” pensé mientras los veía bailar y recordaba el día en que tuve que cantar en pleno escenario de la 411 en séptimo grado. El himno de la alegría si no me equivoco. En coro. Mi parte fue desastrosa. Estaba cambiando la voz. La embarduné completa. Mal mal. Adiós carrera de cantante. Lo peor fue que nadie me arrebataba el micrófono. Creo que ya aclaré que no me gustan los actos.
Apenas terminaron de bailar los chicos salimos del salón. Adentro los dirigentes seguían a chocolate y bollitos. En la plaza las delegaciones invitadas tímidamente tomaban su lugar. Los policías municipales iban de un lado al otro y siempre llegaba alguien nuevo que ubicar. La gente se iba amuchando en círculo, buscando la sombra. Para las 10.30 me di cuenta de dos cosas: que la bandera del escenario no estaba cosida sino que la franja blanca de la bandera tímidamente se superponía a la azul gracias a unos alfileres y que me había abrigado demasiado. Mientras el Aldo acomodaba la cámara tomé unas fotos de la convocatoria, como para decir que hacía algo. Filmé lo que pude, así salió.
Como para darle tono, folclore de fondo. Di gracias cuando Jorge Arta empezó a hablar. De reojo vigilaba la bandera y veía que no había mucho viento. Una lástima, porque sin viento no se luce tanto una bandera. Y entró la dirigencia. El intendente Rigo, el Presidente del HCM Cattaneo, el Juez Tallarico y la delegada regional de la región IX de Educación Alicia Torassa, que se pegó una vueltita por San Cristóbal, saludaban a cada una de las delegaciones mientras que el resto de los funcionarios tomaba su lugar en el frente. El himno le dio un poco de vida a la ceremonia y la bandera empezó a flamear, tímida en el mástil.
Cuando llegó la inevitable hora de los discursos agradecí la brevedad, un poco politizados quizás. Rigo habló de los desafíos en materia económica que esperan a la ciudad y Michlig de consenso en tiempos de crispación, palabra de moda en los últimos tiempos. Siguiendo con el rigor, la posta la tomó el pericón. La pericia de los bailarines para moverse en un espacio reducido como el escenario de la plaza despertó mi admiración, aunque debo reconocer que mientras los miraba pensaba que si bien es la danza nacional (que no creo que muchos sepamos bailar, o al menos nos acordemos de cómo se hacía) habrá sido bien difícil chamuyarse una piba al ritmo del pericón.
Así y todo faltaba emoción. Como lo mejor en esos casos es prenderle fuego a algo, el intendente seleccionó a un grupo de niños presentes y los llevó a prender una antorcha que simbolizaba el sacrificio y el honor de tantos hombres que forjaron nuestra patria y lucharon por la soberanía. Mientras el grupo avanzaba yo maldecía no tener un lugar donde dejar la campera. De cortina creí escuchar la música de Piratas del Caribe. Quizás fue el calor.
Y el acto terminó para darle lugar al desfile, que no empezaba nunca a causa y efecto de un corte de luz en Arrufó. Daniel Callicó arregló el imprevisto con un generador propio. Debo reconocer que había gente en el desfile, pero la absoluta mayoría del lado norte de Alvear, donde se encontraba la sombra. A esas alturas mi temperatura corporal me impedía pensar. El Aldo acomodaba las cámaras para filmar el desfile que nunca empezaba y me acercaba unos mates. Chiquito arengaba a los abuelos del hogar Alma a que moviesen las banderas, todo a capela. Y el desfile no empezaba. Y las autoridades en el palco. Ya había pasado el mediodía día y el sol me incendiaba. Arrancaron los equipos, se hizo la luz y empezó el desfile.
No tuve mejor idea que filmarlo con mi cámara fotográfica del lado sur de Alvear, donde el sol pegaba con más fuerza. Y pasaron las escuelas, los clubes, los bomberos, la Municipalidad, la policía, las colectividades, los bomberos nuevamente, la Sociedad Rural y sus caballos y los Ex Combatientes de Malvinas, lejos los más aplaudidos y honrados de la reunión, entre otros tantos que seguro en el esfuerzo de nombrarlos me olvidaré. Así cuarenta minutos. Y no hubo suelta de globos ni de palomas ni siquiera de esos papelitos satinados que tiran en las finales de la Champions cuando un equipo sale campeón y que quedan tan lindos en el aire pero que después hay que barrer. Terminó y nos fuimos mientras Chiquito en el altoparlante aseguraba que esto quedaría en la historia gracias a las cámaras del cable.
Cuando llegué a casa lo primero que hice fue tomar agua, comer asado frío y prender la tele, obligatoriamente por decreto en el 7. En Buenos Aires era otra cosa. No recuerdo bien que hice a la tarde, salvo cargar algunas fotos para la web y bañarme para asistir a la inauguración del Cacho. Pero eso es otra historia.