por Fabio Peralta
Esto le pasa a mi amigo Fabio Peralta por preocuparse por los demás. Yo, en mi papel de editor y amigo personal replico este mensaje para ver si lo puedo encontrar ya que hace mucho tiempo que no lo veo. Avisen si lo ven, por favor. Es buena gente.
Por supuesto están en la vereda están en la vereda no hay de que preocuparse, díjose a si misma ella. Pero después desesperó porque allí no estaban, salió a buscarlos pa darles la comida pero no estaban. Donde carajo se habrán metido, Agustín!!! Nicolás!!!!Yaquelín!!!! gritaba con su tono de matrona entrada en años. Mis hijos mis hijos, alguien ha visto a mis hijos!!! Ay, pobre gorda, daba pena verla ahí, así, tan pero tan desesperada, entonces me acerqué y le pregunté: no suelen escaparse algún lado, algún amiguito que tengan por acá, que sepan ir; pero no me escuchaba, estaba enceguecida, solo atinaba a gritar y a girar el cuello para todos lados, por si venían, ella iba a ser la primera en detectarlos y darles su buen merecido por hacer sufrir a su madre así. Yo seguí insistiendo, oiga, no estarán por acá a la vuelta, vio como son los chicos, por ahí de curiosos no más siguieron al regador o al basurero corriendo a los gritos, pero no escuchaba, y entonces se dio la vuelta con tal vehemencia que no pude advertir la embestida de su inmenso trasero. Y fue ahí que me iluminé: oiga! oiga!! le grité, ¿se ha fijado? quizás estén entre sus nalgas, por ahí se sentó encima de ellos y ahí los trae. Así fue, los pobrecitos estaban ahí casi asfixiados. Al parecer no era la primera vez porque sin sorpresas me dijo ah! ya me parecía, yo escuchaba como unos murmullos detrás de mi, por favor no le cuente a nadie, me lo pidió con tanta ternura y vergüenza que al menos quise, ya que estaba dispuesto a cumplir su demanda, que me comente algo de ese ser que carga detrás, como lo hizo, como no lo domina, ¿por qué no va al médico, si ya hubo otras veces? Y no sé cómo fue, quizás su desconfianza, lógica por cierto, hacia mí, la enojó, su semblante se turbó de una manera extraña, no era el mismo enojo de cuando no encontraba a sus críos, éste era mucho menos espontáneo, más elaboradito; notando tales sucesos me limité a pedir disculpas y tomarme el palo cuanto antes pero no tuve tiempo. Por suerte la gorda tiene Internet y yo entré a su culo con mi computadora portátil. Ahora a lo que te truje, por favor, si alguien lee esto, que yo trato de repartir por la red, sepa de mi paradero y bríndeme una mano pues, o tiren una soga si lo de la mano les parece soez. En fin, acá estoy.