Cada vez que llegue la fecha, cada inexorable 24 de marzo del año que fuese, será imposible no hablar del tema. No se podrá obviar nunca más. Y estará por siempre en la memoria. Gracias a Dios. Gracias a la democracia. Gracias a las Madres. Gracias a las Abuelas.
De un tiempo a esta parte, digamos desde hace cuatro años atrás, desde el "aniversario" número 30, cada 24 de marzo se convierte en una fecha urticante para la opinión pública. No es que nunca lo haya sido, los años de lucha solitaria y silenciosa de las Madres, Abuelas y organismos de Derechos Humanos así lo confirman pero se ha convertido en urticante porque nadie parece querer hablar sobre eso y porque al parecer los grandes medios de comunicación se pelean por ser quien más desinforme o tergiverse sobre el día.
No por lo que pasó, que a estas alturas de las cosas es imposible negarlo, sino por todo lo que acarrea el día en si. La exposición cada vez más grande del tema como la visibilidad de los organismo vinculados a la lucha y sus representantes está teniendo sus frutos. La creciente cantidad de gente (sobre todo jóvenes) que año a año moviliza es una espina que duele cada vez más, la obligación de hablar del tema aunque no se quiera, las poses políticamente correctas en los programas serios y los análisis sesudos que evitan nombrar no a los responsables, que son archiconocidos, sino a los cómplices civiles, a los que se beneficiaron, a los anónimos funcionarios serviles de aquel momento que hoy deambulan como señores por nuestras calles así lo demuestran. El 24 de marzo molesta. Y está bien que así sea.
Por que hablar del 24 de marzo implica necesariamente hablar de la vida. Es simple: se mató gente por pensar distinto. Para personas como quien suscribe eso no admite discusión. Se mató gente, se mataron personas, es humanamente injustificable, no existen argumentos que valgan al caso. ¿Qué vas a discutir? Es perder tiempo. Ni siquiera es necesario tomar posición, es absurdo decir que alguien está en contra de la vida. Un nene de cinco años lo entiende sin necesidad de explicarle. Pero por más que a gente de bien eso no le entre en la cabeza existe gente que está en contra de la vida. Si no no habría pasado lo que pasó.
Y por más que moleste es necesario hablarlo, debatirlo, analizarlo, explicarlo, recordarlo. Porque si no se convierte en un feriado más, otro día sin clase, otro día que no se trabaja y se pierde el significado intrínseco de una fecha clave en la historia argentina.
Deformar la realidad
El papel de los medios en un día como el de ayer dejó mucho que desear. Al decir de Dolina, con argumentos que no admiten la menor réplica ni producen la menor convicción -y por lo tanto vacíos- y semblantes preocupados, ahora la onda parece que viene por la desmovilización (siempre hay algún violento suelto que te quiere hacer percha), la tergiversación manifiesta de hechos aislados como excluyentes y la exaltación de -pido perdón por el buen romance- pelotudeces grandes como una casa como si el acto del 24 de marzo era un acto partidario o no.
Dentro de esa lógica prácticamente binaria de análisis y debate externo (o estás a favor o estás en contra) flaco favor hacen los adalides de la libertad de prensa a la democracia nuestra que parimos todos los días. Con la lógica de la profecía autocumplida como cabeza de proa, los prestidigitadores de la comunicación exponen la fragmentación social que denuncian todos los días fogueándola a cada momento. Y los entiendo. Es que algo tienen que hacer. Tienen intereses creados y muertos en el placard. Cien mil personas en la plaza es una cifra contundente. Hay que pararlo de alguna manera. Como sea. Y operan a cara descubierta. Porque deformar la realidad también es mentir.
Este 24 de marzo mostró no solo la creciente convocatoria de la juventud a reivindicaciones por la Memoria, la Verdad y la Justicia sino también el constante proceso de fragmentación y división de la sociedad argentina. La plaza de Mayo fue disputada por tres fracciones sociopolíticas; sin contar aquellos que faltaron a la convocatoria. Si bien veintiséis años de democracia no son suficientes, simplemente son el inicio de una vida cívica, las antinomias políticas azuzadas por los funcionales de siempre que nunca faltan desdibujan un reclamo popular unívoco. Plantear que si el acto del 24 de marzo es un acto partidario o no, "propiedad" del kirchnerismo, tanto como darle entidad a las declaraciones de dirigentes políticos venidos a menos, es restarle valor a una fecha histórica y hacerle el juego a esos que diariamente fogonean sin tapujos la fragmentación, la división y el olvido. Todavía hay cosas que no entendemos.
¿Y por casa cómo andamos?
Al parecer, igual que siempre. Mas allá de algunos actos aislados en las escuelas fue otro feriado más. Algunos grupos de sancristobalenses se movilizaron a Plaza de Mayo en este día tan especial pero en la ciudad no pasó nada. Duele. Porque es culpa de todos. Quien escribe debiese haber hecho algo. Pero sólo no se puede hacer nada. Y la pregunta me sigue sonando cada vez que se acerca la fecha. ¿Cuánta gente habría asistido a un acto del 24 de marzo en San Cristóbal? La verdad, no sé. Pero algún día me voy a sacar la duda.