Por Ricardo Gutman
Me levanté como desubicado, a lo Proust. La sensación de que me había perdido algo despés de una siesta de cuatro horas no dejaba de rondarme mientras mi cabeza se acomodaba. Siempre me pasa lo mismo cuando me quedo dormido por la tarde; nunca sé que hora és, que pasó, la posibilidad de un ataque nuclear mientras dormía, cosas por el estilo. No me hace bien, pero de vez en cuando no viene mal descansar, desenchufarse un poco, desentenderse de las cosas; aunque confieso que cada vez que me ocurre siento que se me fue la mano.
Después descubro que se me pasaron muchas cosas, que tendría que haber hecho un millón de trámites, que tendría que haber ido a tal o cual lugar, que tendría que haber visto a tal o cual persona. Que tendría que haber ido a clases, sin ir más lejos. Sé que más que un descanso necesario estuve rondando los límites del pecado, como quien dice. Llegado el caso hago lo mismo que todo el mundo: dejo para mañana lo que tendría que haber hecho hoy, me prometo no volver a dormirme pero sé que ya llegaré tarde a todo. A veces no pasa nada y las cosas siguen iguales, como siempre. Pero no siempre.
Parece que nos despertamos de la siesta. La aprobación por parte de la Secretaría de Medio Ambiente de la provincia del estudio de impacto ambiental que habilitaba la instalación de una planta de tratamiento de residuos patológicos en la ciudad de San Cristóbal parece haber conmovido a una alicaída opinión pública, poco caracterizada por inmiscuirse en asuntos urticantes, menos que menos políticos. Esto generó una ola de reclamos que recorrió una nutrido espectro de los medios radiales, televisivos y gráficos de la ciudad, que se hicieron eco de una protesta protagonizada por los profesionales de la salud locales, preocupados por la poca información disponible.
Hay cosas que nos faltan, de hecho son muchas más de las que tenemos, y el tratamiento de los residuos patológicos es una de ellas, si de política ambiental hablamos. Ni hablar de las otras. Pero es significativo destacar que las repercusiones de esta aprobación tuvo eco en la dirigencia política que obligada por los tiempos tuvo que convocar a una reunión con los profesionales de la salud locales para tratar este tema.
No es necesario destacar que la presión ejercida por los profesionales tuvo sus resultados y que nadie quiso pagar los costos políticos de la instalación de una planta de tratamientos de residuos patológicos a gran escala en nuestra ciudad. Si eso hubiese ocurrido, nuestra denominación de puerta del norte santafesino habría cambiado a basurero del norte santafesino, leyenda que no hubiera quedado bien en los carteles de ingreso.
Esto empezó en febrero de este año cuando una delegación sancristobalense viajó a San Luis para gestionar la instalación de una planta de tratamiento de residuos peligrosos en la ciudad. De hecho la empresa cita en su página web, en la sección eventos, la visita de la delegación municipal y el beneplácito por parte de la comunidad con la instalación de una planta "para el tratamiento de residuos peligrosos y optimizando la recuperación de recursos reutilizables y dar la disposición final correcta a aquellos que no puedan ser recuperados". Algo cambió en el camino.
Pensando en el desarrollo de la ciudad el concejo había decidió ceder en comodato un predio a la empresa para su instalación. Nadie dijo mucho, algunas voces se hicieron oír en los medios de comunicación locales pero no pasaron de ser opiniones aisladas dentro de un marco que impresionaba por su indiferencia. Un paso en el desarrollo de San Cristóbal se había dado, o por lo menos así se vendía. El tiempo pasó y poco se dijo en estos últimos meses. El tema no estuvo en la agenda de debate político de ninguna fuerza en una campaña que no se caracterizó precisamente por abundar en propuestas y fomentar el debate de ideas.
La aprobación del estudio de impacto ambiental por la Secretaría de Medio Ambiente aceleró la preocupación de la opinión pública y las opiniones se dispararon en el éter. No quiero caer en teorías conspirativas por así decirlo, pero llama poderosamente la atención que la firma provincial fuese dada a conocer semanas después de las elecciones a concejales y presidentes comunales de septiembre pasado, quien sabe que hubiese ocurrido si el tema se destapaba en el transcurso de una campaña electoral bastante alicaída por culpa de la gripe A. Aplausos para los operadores.
Un germen
No sé si debo felicitar a quienes ejercieron esta facultad ciudadana de opinar y cuestionar, si debo reconocer que si bien no fue a tiempo cuando el cinturón apretó reaccionaron en los últimos segundos que quedaban. Se logró lo que se quería y se fue más allá, se planteó la necesidad de abordar de una buena vez los problemas sanitarios como el tratamiento de residuos patológicos de manera seria y planificada; se instaló una agenda.
Esto es parte de algo mucho más profundo, un tema que, como la instalación de una planta de residuos patológicos, merece un debate urgente y serio por parte de la comunidad: el desarrollo productivo y económico de la ciudad. Discutirlo profundamente y tenerlo bien en claro sino cualquier cosa como ésta puede venderse como desarrollo para la ciudad porque provee diez puestos de trabajo. Más que el simple desarrollo, es necesario especificar qué tipo de desarrollo, qué perfil se le quiere dar a la ciudad. Nadie discute la necesidad de un perfil con especificidades propias, nadie parece saber muy bien qué es lo que quiere, a qué se apunta.
Todos concuerdan con el hecho de que San Cristóbal necesita un perfil industrial. Muy bien, de acuerdo, discutamos que perfil industrial debe tener la ciudad. Miremos el caso del Área Industrial, un ejemplo de ello. Más allá de que pasa el tiempo y no hay empresa que decida trasladarse al predio, cuando se consulta sobre que empresas pueden instalarse en el predio la respuesta es siempre la misma: “cualquier empresa que esté interesada”. Con ese criterio una maderera puede estar al lado de un frigorífico como de una empresa metalúrgica sin respetar criterio alguno de zoonificación. Es verdad, no estamos en condiciones de elegir, pero al menos podríamos planificar algo serio. Fomentar la incipiente industria metalúrgica que se desarrolla en San Cristóbal, por ejemplo. O industrializar la producción agrícola ganadera de la región. En otras localidades del departamento es una opción que produce sus frutos, ¿por qué aquí no?
Generar riqueza. Distribuir riqueza. Eso es lo que necesitamos, ese es un modelo. Es cierto que en San Cristóbal cuesta caro producir. La falta de infraestructura acorde a las necesidades del desarrollo del sector es crítica; basta nombrar la ausencia de gas natural para que una empresa de envergadura piense en radicarse. Pero hay ejemplos de empresas locales que están en regla, que crecen, que invierten, honrosas y destacables excepciones, todo esto producto de una organización empresarial eficiente y un sólido circuito de comercialización. A pesar de las dificultades se puede, de a poco, pero se puede. Algo es algo.
Es deber nuestro, como sancristobalenses, generar espacios donde estas cosas se discutan, de tomar la iniciativa, no solo de oponerse a la instalación de una cárcel o una planta de tratamiento de residuos sino proponer salidas viables y sustentables. Creo que se ha inoculado un germen, un buen antecedente que debe ser promovido, enriquecido y cuidado, una posibilidad, al fin y al cabo. Saludo la iniciativa.