25 ene 2011

Era un piano enorme del tamaño de una sandalia...



Fabio Peralta

Era un piano enorme del tamaño de una sandalia vista por una hormiga colorada bebé. Lo extraño sobre todo era que aquel hombre llevase dicho instrumento sobre el ala del sombrero y no como buen cristiano laborioso al hombro o con una correa al cuello. Lo miré, intempestivo y modesto, quería que me viera, a veces las bocas sin contacto de ojos se niegan a hablar. Noté que noto que yo le miraba por qué se hizo el boludo y se bajó un poco el sombrero para tapar sus ojos peligrando la caída del piano. Y ahí no dudé, guarda hombre con ese piano que se le va a caer. ¿Qué piano? preguntó. Resultó que el hombre no sabía que lo llevaba, me habló de él con la desgracia de a quién lo caga una paloma. ¿Y no se dio cuenta que le cagaron un piano? insisto yo. Y no vio cómo es ahora la gente que las cosas se rompen y compran otras, y vengo de por allá de la zona que abunda en balcones, y me lo han arrojado.
Le pedí si me permitía una de Chopin. Y me regaló el piano lo que confirmó a mi entender de que a aquel le había caído un piano y no se había enterado. Acá se lo dejo. Gracias por avisarme, me hizo acordar a un cuento de un estúpido que leí una vez que decía que hoy por hoy nadie da bolilla a nadie y que podés andar con una gallina en la cabeza que a lo sumo te cagan a trompadas pero no te preguntan cómo llego ni nada, ha sido usted muy amable. Y se marchó. Yo que pensé que el hombre aquel traía en su cara la vergüenza de piano en el sombrero, pero su evitación habrá sido por otras cosas. Ya de lejos noté lo absurdo del caso y le pegué un grito: oiga, ¡¿y cómo sobrevivió a un piano?! Y muy racional me contesto: con los avances de la medicina uno ya está salvado antes de la condena. Sabias palabras dije y le aconsejé que vaya mas cerca de la calle que de la pared mientras le señalaba una maceta recién posada en su sombrero.  ¿También la quiere? dijo. No, ya con el piano es mucho muy suficiente. Y ahí quede en la esquina de Caseros y Alvear, con un piano.

Lo probé. Algunas teclas estaban medias medias. Otras sordas del todo. Levante la tapa para ver como andaba la cosa por dentro. Para no creer: un perro marino pero callejero, yo lo conocía, andaba siempre por acá por el barrio, y ahora estaba ahí, bajo agua, y de las patas le salían tentáculos. Qué carajo ¿existe este espécimen o es efecto de la modernidad? He visto perros policías pero marinos… Y ahí fue que un rayo de sana cordura me habilitó un pase a la buena realidad cruel y me dije, como siempre, o estoy en un sueño o no es más que un cuento de este escritor que se hace llamar con mi nombre. Y para probarlo, gran idea, me propuse tocar Chopin, yo no sé tocar el piano aunque puedo estar tocándolo por horas, me senté y dije ¿cómo era esa?, la gran polonesa brillante, vamos, y toqué cualquier cosa.
Mi desesperación se acrecentó porque si estaba despierto estaba loco. Efectivamente no sabía tocar el piano como en la realidad. ¿Por qué ese perro acuático? ¿Si cerrara los ojos seguiría existiendo todo aquello? Volví a mirar y ahí seguía el can ahora acompañado de una gran tortuga que se comía un enorme pan casero. Va en aumento la cosa, en que mierda puede terminar una algo así. Me sentí molesto no por lo irreal del caso que después de todo es lo de menos, me dolía por que yo había sido quien paró al hombre aquel y le preguntó por el piano, sentía una culpa ingobernable, no solo de lo creado frente a mí sino hasta culpa de sentir. ¿Que he hecho?,¿ porqué me he abandonado?,¿ a dónde y cuándo? Pero que importa. ¿Qué me importaba lo impracticable de un universo así? Sin embargo las gentes pasaban y me hinchaban: tocate una de Beethoven!!! Pero todo era muy pausado para mi, lento, discontinuo….beto…..ben……¿yo soy beto? ¿Para qué me llaman?. No, no sos beto me dijo la voz de mi madre. Mire para todos los lados.¿ Desde dónde me habla? Y si me suicido? Si es un sueño despertaría, como en los sueños. Aunque he soñado que me moría y me veía muerto a mí dentro del sueño así que quién sabe. Bien, me dije, es esto una batalla, cuál es mi flanco, dónde mis armas. Soldado que huye sirve para otra mierda.
Entonces corrí como conejo en cámara lenta. En el aire pensaba como este falso delirio, esta burda copia de un realismo trágico, podía ahuyentarme así…y ya en el suelo: no saber de quién huir, de mí, de vos, de Dios mismo.  No logre hacer unas dos cuadras que una lanza me atravesó. La pucha me dije, justo cuando comenzaba a dominar esta locomoción y en vísperas de pascuas que los niños adoran tanto la coneja que trae huevos. Y se acercó un muchacho, le vi cara conocida, pero con ese conocimiento doloroso de sentirlo desde toda la vida. Habré sido yo en alguna encarnación pasada. El vago me piso la cabeza para hacer palanca y retirar la lanza de mi conejo cuerpo. Que añorado dolor era aquel, un fuego feroz debatiéndose con un frío inminente. La muerte. La sangre me chorreaba. Fui levantado de las orejas y puesto a la altura de los ojos de mi cazador. Creo que ambos queríamos vernos. El me dijo: pobre conejo, pensar que puedo ser vos. Yo solo lo pensé pues los conejos no hablan: efectivamente, para otra mierda.
Fui comido, despellejado, de huesos chupados en caliente estofado, y a pesar, aún estaba allí. ¿Dónde estaba? No era mi cazador pues lo estaba viendo. Y al querer ver mi cuerpo la imagen me giraba en tres sesenta y nada. Yo era un punto conciente en la nada. Bueno, como punto puedo irme a Cayastá a reposar bajo algún sauce, o mirar por debajo de minifaldas sin peligros de moral. Pero no, este punto se movía dónde aquel cazador mío iba. Bien, que me importa si así tengo que estar una vida entera, lo espero a este vago, total tengo todo el tiempo del mundo, pero me gustaría saber que fue de aquel piano, para qué aquellas escenas, por qué causas este efecto? Pero que importa. Al fin y al cabo yo era punto y no más, aunque también pantalla, yo era todo lo mirado, porque del punto no tenía noticia, solo una vaga intuición de que eso era.
En fin. Y allí permanecí mirando a mi cazador hasta que un tiro en su frente lo tumbo de espaldas al suelo. Yo. Punto. Me ubique sobre él y desde arriba lo observaba, muerto. Que ojos tan grandes tienes se me ocurrió decir y me vino la sensación de ya haberlo dicho alguna vez, en algún otro punto. Giré. Quería descubrir la procedencia de aquel proyectil. Solo vi un fusil apoyado sobre un viejo árbol. Busqué más. Intentaba dar con su dueño. Me hacía la idea de un soldado. Pero no. Resultó que el dueño de aquel disparo fue el fusil y no más que él porque enseguida se  vino caminando como lo haría un fusil caminante, se acerco a mi lado y con su voz característica dijo a su víctima: te he estado buscando y por fin te hallo.
Estaba loco aquel fusil hablándole a un muerto. Luego se inclinó sobre el cuerpo en señal de reverencia y allí detecté su falsa identidad pues se dobló por la mitad, inclinando el caño como lo haría una escopeta. Entonces le dije: ¡Ajá! con que sí! te la tirás de fusil pero o no eres más que una burda escopeta. Quién habla, comenzó a gritar el falso fusil, quién está ahí; desesperado, con su mira a todos lados. ¿Por qué has matado a mi cazador, qué has ganado al hacerlo? Y sus gritos se hacían más grandes. ¿Quién habla? de la cara, cobarde, decía en un dejo de calibre simulado. Cuando hablaba movía su gatillo y un aliento a pólvora salía de su caño. Soy yo, le dije, el que soy, un punto invisible a tu lado que no puedes ver, ahora bien, dime, por qué le has matado. Y dijo , pues bien, aunque me sienta como un loco hablando solo, si es necesario para que calles lo diré, fue hace muchos años ya, este hombre y yo viajábamos a todos lados, el sabía direccionarme con precisión y lealtad, sobre sus brazos yo era un niño en los senos de su madre. Andábamos por diferentes tierras, haciendo justicia, matando por piedad, pero un día se arrepintió de todo, y con enojo me arrojó a lo profundo de un río, allí estuve como el salmón remando contra la corriente hasta llegar a un lugar tranquilo, durante años, y llegué a una orilla, me sentí como un iniciado reptil después de tanto tiempo bajo el agua, y mi único recuerdo, mi exclusivo designio óntico era matar a quien me arrojo de sus brazos…
Entiendo, o puedo yo entender, pero ahora dime, ¿te sientes mejor ya? ¡No! gritó en alevosos disparos al cielo, no sé qué he hecho, he cumplido mi fin y advierto que no me completa, me siento vacío, sin balas ni explosiones que ejecutar, siento una extraño culpa ante mis deseos de no querer existir ya… y tu, ¿tu quién eres? No más que un punto invisible en el espacio, fui un conejo que tu victima cazó y comió, y antes solo recuerdo estar parado en una esquina tocando el piano ante un tumulto de gente que quizás por razones de mala ejecución me ahuyentó. Creo que me llamaba bethoven. ¿Y ahora que harás, tienes pensado seguir viaje a algún lugar?, sabes por qué te lo pregunto, porque desde que este hombre me dio caza he permanecido frente a él, inmutable, esperando paciente su  muerte para así volver a gozar la esperanza de una libertad, y llegas tú, y das su muerte, y creo que ahora permaneceré frente a ti otra eternidad pero con una radical diferencia, a mi cazador era en vano hablarle, él era sordo a mis palabras, quizás por motivos dimensionales, pero tu si puedes oírme y, a pesar , mas haya de lo desafortunado del caso eres mejor compañía.
Yo no quiero estar contigo dijo soberbio el fusil, mi camino y mi destino son propios y no te pertenecen, yo soy la soledad, no admito compañías ya, así como no soportaría que otra persona me cargue en sus brazos para ejecutar disparos en vano pues ahora soy libre de poderlos yo mismo ejecutar, tampoco admito compañías por que insisto, yo soy la soledad… jajaja, me le reí con sincero amor, si que serás una buena compañía, demasiado literaria para mi gusto pero que mas da, y ya entenderás, como yo lo vengo haciendo, que toda libertad ganada parece ser la compañía de algo o alguien más.
Fusil giró y a paso de arma enfiló por un estrecho camino zigzagueante que se perdía por un bosquecito de finos y altos árboles. Si yo hubiera podido decidir algo. Pero al parecer la presencia viva de algo frente a mí me imantaba. Así fue que lo seguí, silencioso, expectante de su presencia y el camino. Al atravesar el bosque aquel, que no nos llevo más de unas dos horas,  difícil determinarlo en tal estado, pero lo supongo por la marcha de fusil, dimos con un lago, tan redondo como un estanque y no más grande que un charco visto desde las nubes aquellas mas allá. Fusil torció su caño y bebió con loca sed. La escena me movió a romper el silencio: ¿y toda esta agua no te tienta a volver a ella? Sigues ahí- me contesto decepcionado- tuve la esperanza de que fueras solo una ilusión pasajera, una aparición santa ante una muerte tan anhelada, y tu, ¿quisieras volver a tocar el piano? Tenia razón, de nada sirve volver simplemente unos pasos atrás, con la frente marchita y las nieves del tiempo plateando mi ser, entonces dije: si a mí me preguntaras te diría que no quiero nada, ni esta nada que soy, y todo por la terrible sospecha de que mi destino, transformación constante, solo necesite de esto para perpetuarse, seguir y seguir en la eterna mutación; antes cambiaba de cuerpos, en ellos reposaba y podía beber agua como tú, o sentir el viento en mi cara, o recibir una lanza en mi pecho como ayer, ahora, la condena parece haber virado su rumbo pero en esencia es lo mismo, si antes habitaba cuerpos ahora los presencio, y por eso te digo que quizás, así como presencié a aquel cazador con la intuición de haber sido él, puede que yo ahora sea tú también, pero quien sabe, quizás lo mejor sea hacernos al silencio.
Si dijo fusil, al silencio, callar por un momento tanto agónico deseo de vivir algo supremo que no reclame nada mas, ya entiendo tu condena , y tú sabes la mía, ahora marchemos en silencio, prometo no ser por demasiado tiempo tu piedra en el camino. Y así, seguimos rumbo, convoyados por un sol nunca jamás tan amarillo