Ricardo Gutman
La situación de los jóvenes en San Cristóbal es un tema que al parecer preocupa pero sólo en los papeles, en los discursos, en las declamaciones, en las poses más que nada porque a la hora de actuar in situ sobre el problema las ideas pocas veces se plasman. Pero el reclamo es recurrente: ¿qué hacen los jóvenes en su tiempo? Y este cronista se pregunta ¿qué se le ofrece a los jóvenes en la ciudad?
Más allá de empezar a repartir culpas y obligaciones, que más de uno las tiene, es llamativa la escasa “oferta”, los pocos espacios disponibles para los jóvenes en una ciudad como la nuestra amén de los ya establecidos como escuelas y clubes. Y llegado al caso es una obligación social (de todos, entiéndase) generar espacios de desarrollo para la juventud.
No se le puede acusar a una persona una supuesta falta de algo si no tuvo al menos la posibilidad de conocer ese algo, esa variable. La práctica, el hábito constante y reflexivo de la puesta en marcha de una actividad genera, en el corto o en el largo plazo, otra mirada sobre la cosa en sí. Pero para eso es necesario al menos ciertas condiciones previas. Se puede pasar la vida alquilando películas y mirándolas en casa desde el punto de vista de un espectador que paga una entrada por el mero derecho a entretenerse, que de hecho no está mal, pero reflexionar sobre la película, la calidad de las actuaciones, la estructura del guión, la mirada del director y la óptica desde que se encara la temática del film es una grado de aprehensión de la cosa en sí a la cual se accede si el individuo tiene acceso al discurso específico. Y para eso es necesario, al menos, un espacio específico.
Algo se torna inaccesible en la medida que se construyen mitos sobre él, pequeños prejuicios que deforman el valor en sí del objeto obstaculizando su verdadera importancia. Como el caso de Borges, todo un ejemplo. La supuesta dificultad para leer a Borges es a estas alturas un mito profusamente extendido, mito que me llevó, durante mucho tiempo, a posponer su lectura por esa dificultad de acceso a la que todo el mundo, conocedor o no, hacía referencia. “Borges es difícil” y “Borges escribe difícil” son dos de las opiniones más escuchadas en mis años de lector impulsivo. Hoy, cuando escucho estas consideraciones, recuerdo el día en que leí a Borges y pensé en todo el tiempo perdido hasta ese momento. Borges no es difícil, es complejo, que es muy diferente, porque a su criterio todas las palabras postulan el universo pero escribe en lo que quizás sea el lenguaje más claro de todos los autores que he leído. Lo magistral de Borges es esa capacidad de postular el universo, que es complejo por definición, en un lenguaje accesible. Hablo de los cuentos. Su poesía es otro cantar. Pero mucha gente se pierde de leer a Borges porque cree que es difícil. Y es una lástima.
¿Qué estás pensando? Nada
La ocupación del tiempo libre de los adolescentes (en buen romance ¿qué hacen los adolescentes?) es una problemática central a la hora de pensar la proyección de la ciudad, sus recursos humanos y sus posibilidades. Montones de chicos sentados en las esquinas céntricas de la ciudad es quizás la foto más significativa de un conjunto social que más allá de las obligaciones escolares y las deportivas, por elección propia, no tienen mucho que hacer los fines de semana. Ni que hablar durante la semana escolar.
Y las quejas abundan. Siempre. Gente indignada por todos lados; padres, abuelos, tíos, hermanos mayores si se quiere. Todos se preguntan que hacen los chicos, se preocupan por los riesgos que corren, los menores en moto, el alcohol en los fines de semana, los horarios del boliche, etc. Pero nadie hace mucho por hacer otra cosa. No es que no existan ofertas, de hecho funcionan e incluso cada vez cobran más adeptos como la Escuela Municipal de Ciencia y Tecnología, pero quizás las existentes no llenen los espacios ni las necesidades personales de un colectivo totalmente diferente a lo que el común de la gente está acostumbrado. Y las responsabilidades y las culpas se reparten y, llegado el caso, nadie se hace cargo.
Entonces es más fácil victimizar, trasladar los costos hacia un sector que deambula de un lado para otro en sus motos 110 cc sin carnet, que se sienta a mirarse en las esquinas (tal como hacíamos nosotros en nuestro momento) sin mayores posibilidades de reacción ante un vacío enorme, inmenso, de espacios donde insertarse.
Desde el grupo CONVIVENCIA ven con preocupación esta situación, este limbo en el que se manejan los adolescentes, básicamente por que lo que hoy se expresa de una manera tiene consecuencias mayores con el correr del tiempo: desocupación, marginalidad, deserción escolar, mano de obra no calificada, embarazos prematuros y la proliferación cada vez más acentuada de madres solteras por las calles de San Cristóbal.
Es esencial, si se quiere empezar a hacer avances, entender las cosas desde la lógica del adolescente, lo cual complica mucho más el diseño de intervenciones en el campo porque la lógica imperante es al revés. No es un mimo ni una condescendencia, es simplemente aceptar que el mundo cambió, que el mundo en el que sus padres y sus abuelos se criaron no es el de ellos en cuanto a estructura se refiere. “Para el adolescente de hoy la estructuración de la educación no es de su interés, esta clase de educación al chico no le interesa más, hemos tenido experiencias de este tipo organizando talleres donde los chicos participan, se movilizan, debaten, exponen, no se callan y cuando uno busca plasmar ese trabajo en la organización no se puede y los chicos de hoy dejan la escuela porque no les interesa y nadie los obliga” opinaba Stely Quiroz, integrante del grupo CONVIVENCIA.
Si desde la institución encargada de establecer la sistematización del pensamiento no se logra llegar al alumno ni cumplir los mínimos objetivos es hora de empezar a tomar medidas. No sólo dentro del establecimiento escolar sino sobre todo fuera de él. Y empezar a hacerse cargo desde casa. Es verdad. Hoy nadie obliga, nadie encauza, nadie canaliza esas pulsiones hacia ningún lugar, entonces el pibe termina decidiendo por sí mismo cuando en muchas ocasiones no está capacitado para hacerlo. Y esto no se contradice con lo enunciado dos párrafos atrás. La necesidad de entender la lógica del adolescente actual y canalizarla debiesen ir de la mano; no es normal que un chico de doce años decida no ir más a la escuela porque no le gusta. Algo pasa. Y no sólo en la escuela.
Hoy el tiempo de los pibes pasa por otro lado y quien suscribe desconoce por una cuestión generacional cuales son los lugares donde se construye la identidad hoy en día aunque compartamos ciertos espacios comunes como el nuevo boom de la web 2.0, las redes sociales, que pueden brindar cierto resquicio para ver que es lo que pasa. No me había dado cuenta hasta que Stelly Quiroz me comentó algo: “algo recurrente en sus estados de Facebook son los mensajes como “estoy haciendo nada” o “estoy aburrido”, eso te está diciendo que hay un chico aislado frente a una computadora que no está ocupando su tiempo como debiese hacerlo”.
Los sentidos cambian de acuerdo a las costumbres. Contacto se traduce como escribir algo en el muro de la otra y la persona se reduce a un cúmulo de fotos de un álbum web. Hasta la palabra amigo se trastoca. Yo no creo que una persona pueda tener 800 amigos por más que diga lo que diga Roberto Carlos. Si una persona está en contacto mediante la ausencia del mismo es hora de definir lo que es un espacio. Y preguntarse donde se contiene a nuestros adolescentes en nuestra ciudad.
Sabiendo de antemano que todos estamos un poco confundidos por esto que nos toca vivir, la realidad, pedirle a un adolescente que se haga cargo de ciertas decisiones y después trasladarle el peso de las culpas por esas decisiones es más que un facilismo reduccionista una conducta esquizofrénica propia de un conjunto que sufre una patología. Y la mayoría de las veces se termina apañando, ofreciendo ciertas vías de escape a esas conductas ante la implacable lógica de los acontecimientos.
Lo visible invisible
La enumeración de estas problemáticas debiese estar carente de simbolismo ideológico pero no lo están. Comúnmente se asocia la marginalidad, la desocupación, la mano de obra no calificada, la deserción escolar con la pobreza. Es decir: alguien pobre es marginal, desocupado, no terminó la escuela y no está calificado para trabajar. Pero estas problemáticas no solo se atienen a las personas con Necesidades Básicas Insatisfechas (otro eufemismo de los 90) sino a todo el conjunto social. Nadie escapa a estas realidades porque todos estamos inmersos dentro del contexto. No hay nadie afuera del sistema. Todos estamos dentro. Y esto es así porque el sistema es así.
Por sólo nombrar un aspecto, a este cronista le asombra la cada vez mayor cantidad de madres solteras en la ciudad. Lejos estoy de manejar estadísticas confiables (las más actuales datan del 2003), simplemente es una impresión que tengo mientras camino la ciudad. Y las preguntas surgen a medida que avanzan las baldosas. Es evidente que algo pasa. Debe ser que han cambiado ciertos códigos de los cuales no estoy al tanto pero que una mujer se tenga que hacer cargo sola de su hijo no me parece que sea lo correcto.
Y una cosa lleva a la otra. En esta época líquida las relaciones también suelen serlo. Las relaciones y el contexto. En el caso de las adolescentes con embarazos prematuros el contexto golpea irremediablemente. “El 90 por ciento de los embarazos son madres solteras y prematuras porque el concubinato no dura nada, la mayoría de los chicos no tienen trabajo y los mismos padres de la chicas, los abuelos, son los que se hacen cargo porque prefieren que se queden con ellos en la casa brindándoles la seguridad social antes de quedarse con un pibe que ni siquiera va a la escuela ni trabaja y que no tiene futuro” señalaba Quiroz. Y si bien no cuentan con números oficiales desde su lugar aseguran que el número va a creciendo año a año.
A esta altura del relato quiero lograr comprender porque la falta de espacios de desarrollo para los adolescentes en nuestra ciudad me llevó a terminar la entrevista con Stella Quiroz y Adriana Manzotti hablando de embarazos adolescentes, madres solteras y realidades más crudas de las que esperaba. Creo entender que este es un tema en el que se conjugan todas estas problemáticas que se desprenden de esa pregunta acerca de que hacen los chicos con su tiempo y que a la larga termina afectando a todo el conjunto. Seguro que han faltado situaciones y conductas que sumarían mayor veracidad a este escrito que es sólo las reflexiones de una charla de más de una hora con las asistentes sociales mates de por medio. Lejos estoy de cometer el pecado de la generalización pero siento que a medida que se vayan sumando las cosas eso que a primera vista parece una foto aislada de la realidad terminará siendo la imagen viva de lo cotidiano. Pero ya será tarde. Y nos seguiremos quejando.