Todavía me acuerdo de ese día, un día de mierda. Estábamos en casa, con mi vieja, mirando TN, el canal de las malas noticias, mirando como mataban a Carlos Fuentealba. Yo no podía creer que estuviese pasando semejante atrocidad, mi vieja se quebraba en un llanto partido y nos abrazábamos en el dolor. Nunca conocí a Carlos Fuentealba pero era como mi vieja, ¿se entiende?. Docente como ella, militante gremial como mi mamá, un laburante, un luchador. Hijos de puta, murmuró mi vieja, por lo bajo, abrazada a mí. Ese día nos mataron feo.
CTERA decretó el paro nacional y todo el mundo estuvo allí. Todo el mundo menos yo, que como siempre miro esas cosas por tele, esa maldita costumbre de no poder estar donde tenés que estar y sufrir por no estar. Estaban todos porque nos habían matado a todos. NUNCA MÁS rezaban los guardapolvos al frente de la marcha. Hijos de puta. Ignorantes. Malditos. Porque son muchos, por eso el plural.
Cuando volvimos a clase la Patri nos juntó en un ala del Instituto del Profesorado a todos los alumnos del profesorado y yo leí el texto de Mex, Pegarle a un maestro. Hicimos un minuto de silencio y volvimos a clase. Había un clima de mierda. En las escuelas primarias las maestras hicieron una jornada de reflexión sobre el asesinato de Carlos Fuentealba. Al volver a la casa Josecito, que en ese entonces tenía siete años y ya me había enseñado algo, le comentó a Alicia lo que habían hecho en la escuela. Alicia me lo contaba con lágrimas en los ojos. Josecito le preguntaba porque pasó lo que pasó, porqué habían matado a Fuente del Alba se preguntaba Josecito, con ese hermoso error de pronunciación.
Josecito no entendía que había hecho de malo un maestro para que lo maten, a las personas no se las mata mamá, repetía, justamente a ella, con el cuñado asesinado por la dictadura. Y se lo preguntaba constantemente, a cada momento. Alicia le respondió como debía explicarle, que esas cosas no deben pasar y que si pasan hay que exigir justicia hasta el final. No entraba en la cabeza de un nene de siete años lo que había pasado.
El día del paro Josecito estuvo de mal humor todo el día. No jugaba, hablaba poco, cosa rara en él. Alicia le preguntó que le pasaba y Josecito le respondió que si él jugaba o se divertía justo ese día Fuente del Alba se iba a enojar. Alicia le explicó que lo que menos haría Fuentealba sería enojarse con él porque jugaba, porque los chicos están para ir a la escuela, aprender y jugar. Además los maestros no quieren chicos aburridos, los chicos aburridos nunca aprenden. Y Josecito se fue a jugar.
Josecito sabía desde bien adentro que los maestros no se tocan, por más que no le gustasen todas sus maestras. Josecito sabía que Carlos Fuentealba no debía morir. Ahora Josecito sabe que Carlos Fuentealba está presente, ahora y siempre, y que es deber de todos exigir justicia. Por la memoria de Carlos Fuentealba y su familia. Y por todos los Josecitos que vienen detrás nuestro.