Ricardo Gutman.
Me enteré del Congreso de la Creatividad bien temprano en la mañana, apenas salía de mi casa, en el kiosco, leyendo un afiche de promoción. Acto seguido entró Lidia, que supongo venía de la Escuela Municipal de Ciencia y Tecnología, y me dio un afiche del montón que estaba en el mostrador del kiosco. Le pedí el programa, Lidia me prometió que lo mandaría y hace unas horas llegó a mi bandeja de entrada el cronograma del próximo Congreso de la Creatividad Juvenil en Ciencia y Tecnología, el sexto. Si por una de esas casualidades lo tenés vas a tener que tomarte tu tiempo, es mucho, te cansas de solo mirar y según lo poco que sé no es todo lo que hay.
La verdad, quien lo diría. Llama la atención, es recién el sexto, no es mucho ni es poco, pero parece que hace ya tiempo que los congresos vienen realizándose, esa sensación de que siempre se hizo hace que uno se olvide fácilmente lo jovencito que es este encuentro que año a año se empeña por divulgar ciencia a los sancristobalenses. Los sancristobalenses son raros, al menos para mí.
Recuerdo cuando el Museo de Ciencias era un apéndice cultural relegado a un grupo minoritario de chicos en la ciudad, un espacio más bien outsider dentro de lo que se podría llamar “vida cultural” sancristobalense. Pasó mucha gente por el museo con el correr de los años, eso es verdad, pero la mayoría de los pibes no son apasionados por las ciencias naturales tanto como con los deportes, eso ya sabe, lo cual hace mucho más meritoria su permanencia en el tiempo. Hace unos días se encontraron para comer y festejar los 25 años de vida.
Recuerdo cuando el Museo de Ciencias era un apéndice cultural relegado a un grupo minoritario de chicos en la ciudad, un espacio más bien outsider dentro de lo que se podría llamar “vida cultural” sancristobalense. Pasó mucha gente por el museo con el correr de los años, eso es verdad, pero la mayoría de los pibes no son apasionados por las ciencias naturales tanto como con los deportes, eso ya sabe, lo cual hace mucho más meritoria su permanencia en el tiempo. Hace unos días se encontraron para comer y festejar los 25 años de vida.
Primero fue el Museo, diría la crónica. Un buen día la intendencia Martino decidió hacer una Escuela de Ciencia y Tecnología Juvenil y contrariamente a lo previsible el proyecto se transformó en quizás la única actividad cultural con desarrollo y proyección de la gestión radical que no sólo alcanzó el éxito sino que año a año se amplía. Tanto se amplió que la aulita y el laboratorio inicial tuvieron que ampliarse a tres grandes aulas donde dar clase ya que la matrícula crece año a año. Quién sabe qué santo estaba de turno pero lo cierto es que la cosa anduvo y a estas alturas está instalada, goza de buena salud y no creo que alguien asuma con el costo político de abandonar la EMCyTJ a la deriva.
Y después vino el Congreso, una actividad nueva que en su momento causó sensación y hoy es una de esas cosas que uno espera que la municipalidad no deje de hacer. Y siempre atrás de todas estas cosas, peleándola aquí y allá, estuvo y está Sergio Capovilla, la persona que logró hacer de la alfabetización en ciencias una actividad cultural propia que crece sin hacer mucho bullo pero con sorprendente regularidad. Debe ser que el hombre sabe lo que quiere. Debe ser que el hombre sabe algo, ¿no?
Sergio no está solo, es verdad, pero es el motor de todo esto y lejos de emborracharse en su ego está bien conciente de los desafíos. Hace un tiempo me dijo, en una nota que hice para www.sancris.com.ar, que después de 25 años de trabajo estaba llegando la hora de dotar a toda esta movida de recursos humanos que continúen, en definitiva, el trabajo de una vida. Hay mucho esfuerzo puesto en todo esto como para dejarlo ir así porque sí. Es esa gente la que deberá encarar los desafíos que todavía le quedan por cumplir al Congreso de la Creatividad.
Una de esas cosas pendientes es, a mi criterio, hacerlo más masivo, más permeable a la gente. No sé si es un error nuestro como sociedad o de los organizadores del evento pero siempre me queda la sensación de que el congreso nunca llega a la población. Tiene todos los recursos para hacerlo, es de entrada gratuita, diverso, flexible en su organización, cuenta con difusión local, reconocimiento ministerial, infraestructura edilicia, exponentes reputados en sus disciplinas. Incluso hay gente que se llega hasta el norte santafesino para dictar conferencias gratuitas que en otros círculos son rentadas y que arma su agenda anual para poder participar de este encuentro. Eso no es casual, algo está diciendo.
Y la mayoría de las veces el Congreso pasa indiferente entre la gente de la ciudad. Esto alguna vez se lo he planteado a Sergio. Durante tres días la ciudad se vuelve un corrillo continuo de alumnos y docentes yendo de un lado a otro para tratar de aprovechar lo mejor posible el tiempo en conferencias y talleres. Pero si no fuera por los docentes y los alumnos muy poca gente asiste al Congreso. Y no es que sean disertaciones para legos y entendidos, son accesibles a todo el mundo pero es muy raro que algún particular fuera del medio educativo se llegue a las exposiciones.
No sé si es indiferencia o desinterés, no podría afirmarlo de manera taxativa; lo que sí puedo decir es que es una lástima porque es, al menos, no reconocer los esfuerzos y el tiempo puestos en la organización del evento. Es verdad que quien lo organiza, la EMCyTJ, es una institución educativa no formal que mediante el Congreso articula y arraiga la conexión con la educación formal, pero eso no quiere decir que sea solamente para educandos y docentes. De hecho está destinado pero la participación es abierta, si lo que se hace no es reconocido y valorado a la larga o a la corta se termina acabando por falta de motivación.
Este 16, 17 y 18 de agosto es una nueva oportunidad para conocer. Desde este humilde blog se hará lo posible para dar cobertura a la mayoría de las cosas que ocurran en la medida de los tiempos, es el humilde granito de arena que trataré de aportar para ayudar y a la vez saciar mi ansiosa curiosidad. Vos si querés también podes ir, nunca es malo volverse a sorprender.