30 dic 2010

Ojos de videoclip


Ricardo Gutman
Me dormía. Parecía raro, hacía un rato estaba poseído por la euforia, llegué a Pekos y me tiré en una mesa, esa que está en la ventana. Para coronarla se largó a llover. Duró poco. Por lo menos había hecho lo que tenía que hacer. De un tiempo a esta parte ya no tengo vida. Voy de un lado a otro y diciembre ha sido una furia. Todo junto, a último momento. Y siempre esa sensación latente y constante de que estás al borde de que te puteen. Pero nunca pasa. Lo que molesta es la sensación en sí, sentirla todo el tiempo.

Me pedí una lata de Quilmes y me senté, me puse los auriculares y me quedé. Me dormía. El Daro se sentó un rato pero era sábado y el bar laburaba. Tomo lento. Muy lento. Y la lata se calentó. La lluvia duró un pestañeo. El viento comenzó a moverse, las hojas que le quedan al árbol raquítico que está frente al bar empezaron a moverse. Acá no hay árboles. Acá no hay sombra. Ni siquiera de noche. Ni una sombra decente. Me sorprendió que alguien haya pedido un café con el calor que hacía.
Al costado una pareja tomaba cerveza. Supongo que recién se estaban conociendo, había mucha vergüenza, mucho pudor en las caras, en los movimientos. La chica estaba como esperando algo. El chico también. Se los notaba expectantes, como esperando ver cuando el otro hacía un movimiento decisivo que corriese ese velo. Se gustaban. O al menos eso parecía. O quizás ni una cosa ni la otra. Quizás fuesen amantes. O quizás fuesen de otro lado. O las dos cosas. O las tres cosas. Quién sabe.
Y al mismo tiempo era como si estuviesen solos. Nadie los miraba. Hice como que no los vi. Miré la hora. Para mi pesar todavía era temprano. Darío volvía a colocar en su lugar las mesas y las sillas de plástico en la vereda. Linda noche, incluso con la lluvia a cuestas. Se había puesto fresquito. Estaba escuchando algo que no me acuerdo, me saqué los auriculares y me dispuse a tomar los últimos tragos de la lata, ya a temperatura ambiente. Puse sobre aviso al negro de que me iba a dormir. Fui a la barra, nos pusimos de acuerdo con el Daro y salí. Afuera estaba más fresco que adentro. Había un viento lindo.
Salí sin rumbo fijo aunque la idea era llegar a casa, tirarme en la cama, dormir y con suerte despertar el domingo al mediodía aunque nunca lo haga. Busqué en el directorio de música del celular, puse Bend and Break de Keane y salí a caminar con la intención de llegar a casa cuando fuese necesario. No sé porqué pero ese tema me hace caminar con la cabeza erguida y como si fuese un tic sonrío porque sí. Debe ser el piano. La noche estaba linda. Si levantás la cabeza ves las luces. Y si tenés suerte hasta las estrellas en una noche nublada.  When you, when you forget your name/ When old faces all look the same/ Meet me in the morning when you wake up/ Meet me in the morning then you'll wake up. La lluvia había hecho que todos se escondiesen y empezasen a salir. Un desfile de luces comenzaba a poblar Caseros. Yo caminaba lento como para ver el proceso.
No veía a nadie. Tranquilo tarareaba la canción en mi rudimentario inglés. Usualmente ocurre muy seguido. Camino y no veo las caras, pasan y no las veo. Es algo totalmente involuntario, como caminar entre corrientes de viento. Las luces de los autos y las motos encadilaban demasiado, como cuando mirás fijo al sol o venís caminando de siesta y entras a tu casa y no ves nada apenas abrís la puerta. Algo así. Todo junto. Imposible ver así. La cabeza siempre en otro lado. If only I don't bend and break/ I'll meet you on the other side/ I'll meet you in the light/ If only I don't suffocate / I'll meet you in the morning when you wake.
El viento empezó a hincharme el pecho mientras una tímida euforia, parecida a la que hacía una hora me poseído, subía a medida se sucedían los pasos. Nada del otro mundo pero constante, regular. Crucé la calle entremedio de las luces de los autos, y bordeé la pared amarilla del Nación, primero por Caseros y después por Alvear para entrar en la sombra que viene siempre después del Ficus ese camino a la plazoleta. A lo lejos se veían los autos estacionados. No escuché música, mis auriculares estaban muy altos.
Cómo cambiaría la cosa si la vida tuviese banda de sonido. Diferente sería si, por ejemplo, a la hora de besar a la chica indicada sonara la canción esa que suena en Romeo y Julieta cuando Di Caprio ve a Claire Danes por primera vez a través de la pecera. No pido a la piba vestida de ángel con hermosas alitas en su espalda y una media cola en el cabello porque para ser justo no soy Di Caprio vestido en armadura de caballero pero ponele que si sonase la música en ese momento indicado vos sabrías que acá está la posta y te ahorrarías el trabajo de seguir buscando y metiendo la pata infructuosamente. Sería como una pista que la vida te tira diciéndote “ya está boludo, no jodas más, ésta es”. Sería cuestión de estar atento a escuchar la canción correcta. El problema sería si la misma música la escuchasen, digamos, unos cinco pibes al mismo tiempo, ahí se arma un tole tole que ni te cuento pero a esas alturas lo que se cocina es otra cosa.  Quizás al pibe que tomaba la cerveza con la chica en el bar de Darío le faltaba escuchar la música indicada. O a lo mejor escuchaba algo que no le gustaba. Suele pasar. Quien sabe.
Y así podríamos seguir ad infinitum con miles de temas y con miles de situaciones tan similares como contrarias a las ya expuesta porque los universos musicales lejos están de agotarse aunque en la radio siempre se escuche lo mismo. Dee solo pensarlo cansa. Lo cierto es que las cosas desgraciadamente no son así y a la vida hay que ponerle onda. O arreglársela como uno pueda. A esta altura la caminata se había convertido en un videoclip pero superlativamente mejor porque en un videoclip no se puede sentir el aire en la cara, la continuidad ausente en su lenguaje, los pantalones rozando la rodilla, el envión de los brazos al caminar. Época multimedial si las hay, te la regalo, unos auriculares y la cosa cambia.
Las luces de  la vereda empiezan a dibujarse a medida que los trenes quedan atrás, allá abajo, detrás del tejido de siempre. Los vagones a oscuras cuadriculados están inmóviles  y alguna que otra linterna que se mete por ahí, entre los engranajes  Bitter and hardened hearth/Aching waiting for life to start/Meet me in the morning when you wake up/Meet me in the morning then you'll wake up Desde acá todo es más chico. Ahora la vereda que es un paseo se abre a medida que bajás las escaleras, es un camino de luces lleno de viento. De noche los árboles son majestuosos. Un viento que no es el de arriba te acariciaba. Y yo, caminando, como si nada. Un caminito de luces. No pienso en nada. Contento, así de simple, sin nada que decir. Una alegría simple con cara de estúpido sonriendo por nada. La avenida está desierta. Ni perros hay.  If only I don't bend and break /I'll meet you on the other side/I'll meet you in the light/ If only I don't suffocate/I'll meet you in the morning when you wake, y yo camino tranquilo, siguiendo los faroles, con el pecho hinchado de no sé qué. Crucé la calle sin mirar a los costados. Una moto me pasó por detrás. Sin darme cuenta llego a mi casa, me prendo un pucho en la galería del tío Roberto. Algunos autos doblan por la avenida y se van quién sabe a qué lugar. El trayecto hasta acá se perdió y me saco los auriculares. Se me fue la música y se me acabó la magia. Sin llamarlo el Negro estaciona la camioneta en frente de casa casi al final del cigarrillo, con telepatía. Me pregunté que habrá sido de la parejita que tomaba cerveza en el bar de Darío. Miré la hora. Me desperté.  I'll meet you on the other side y me fui.